Educación y Tecnología
Si definimos
la educación como un proceso de perfeccionamiento intencional
coadyudado por la influencia sistematizada del educador dentro de un contexto
socio-cultural (Castillejo, 1985), es decir, como un proceso interior y
personal dirigido de forma intencional por otros e influido por el medio, al
cual podríamos caracterizar como una sociedad tecnificada, tenemos que afirmar
que la educación en estos momentos está necesariamente tecnificada, ligada al
desarrollo tecnológico. Los procesos de culturización son asumidos en parte por
las instituciones educativas pero también por las propias sociedades en sentido
genérico.
En este sentido la
familia desempeña un importante papel y la influencia de las tecnologías de la
información y comunicación (prensa, televisión, radio, Internet.) es cada vez
mayor. La escuela pierde relevancia social y cultural mientras que ganan
prestigio las tecnologías de la información. La identidad de la escuela se
desdibuja en medio de una amplia oferta de productos culturales, la brecha
entre la educación formal y la educación informal se abre cada vez más.
A pesar de que vemos
que la tecnología va cambiando muchos ámbitos de nuestro entorno (industria,
transporte, medicina,) y la vemos en nuestras casas, coches, oficinas, difícilmente
nos ha servido para cambiar el discurso sobre la enseñanza, raramente se ha
integrado en la estructura del método de enseñanza, en lo que hay que enseñar y
cómo hacerlo.
La tecnología casi no
ha entrado en el sistema educativo formal y cuando lo ha hecho, ha sido
tímidamente y sin alterar apenas la esencia de los procesos educativos
tradicionales. Si esta es la situación, se impone una reflexión sobre el por
qué. Por qué ante este cambio social y culturalmente relevante, en el que las
nuevas tecnologías y medios de comunicación social ocupan un papel fundamental,
la escuela sigue la política del avestruz y se mantiene inamovible.
La tecnología debe y
puede colaborar activamente en los procesos de cambio generados en el propio
sistema educativo. La integración de la tecnología debe partir de las propias
posibilidades de ésta y del reconocimiento de la trascendencia de las
personas implicadas en todo proceso educativo. Esta es una de las claves de la
transformación del sistema. La escuela, en los recursos que adopta, refleja los
parámetros de la sociedad que los desarrolla, la cual trata de perpetuar una
determinada cultura. De este modo la escuela se convierte en un instrumento
social para transmitir determinados valores y modos de actuación, sin que éstos
formen parte de su ideario.
Situándonos en este
concepto de la educación, las tecnologías han de ser supeditadas al método, al
discurso formativo de la escuela, a sus procedimientos y valores. De modo que
es necesario la deconstrucción de las asunciones que estudiantes y profesores
tienen asociadas con los artefactos tecnológicos y reconstruir críticamente el
significado y uso que tales artefactos tienen en la sociedad actual (San
Martín, 1995).
En este contexto, programas especializados como la Maestría en Tecnología Educativa proporcionan las habilidades necesarias para integrar la tecnología en las prácticas pedagógicas. De igual manera, una Maestría en Innovación Educativa cumple con el objetivo de mejorar la educación a través de enfoques disruptivos, apoyándose en el uso de equipos tecnológicos que faciliten la transmisión de conocimiento.
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